ASÍ NACIÓ EL CARMELO
A finales del siglo XII algunos cruzados europeos que habían ido a Tierra Santa, se
quedaron en el Monte Carmelo, bañado por el Mar Mediterráneo y formando parte de Galilea.
Allí trataron de imitar al Profeta San Elías a quien siempre los carmelitas han tenido como
Padre espiritual y eligieron como �Señora del Lugar�, con toda la carga de patronazgo y
dedicación que esto significaba en la Edad Media, a la Santísima Virgen María. Los
documentos primeros de la Orden hablan de una capilla dedicada a Ella y de que �nacieron
para darle culto e imitar sus virtudes�. El pueblo captó muy pronto este patronazgo y les llamó
�Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo�. Este aún hoy es el título
oficial de la Orden, aunque por razón de brevedad y teniendo en cuenta el lugar donde
nacieron - el Monte Carmelo - el pueblo les llama �carmelitas�. El Papa Honorio III en 1226
aprobó su Regla que han observado durante más de siete siglos y medio muchos santos y
santas. A finales del siglo XIII se vieron obligados a emigrar a Europa y se extendieron por
diversas partes.
EL CARMELO FUE CRECIENDO
Al llegar a Europa pronto se entregaron al apostolado, al estudio y a su vida de oración,
tratando de vivir al unísono con los problemas de la Iglesia. A pesar de ello la Orden del
Carmen nunca se olvidó de sus orígenes que fueron puramente contemplativos y de su
dedicación a vivir y extender el culto y devoción a la Santísima Virgen María, que formaba parte
esencial de su misma existencia.
EL SANTO ESCAPULARIO
Al venir a Europa los carmelitas encontraron muchas dificultades y el Superior General
de la Orden, San Simón Stock, acudía con angustia y fervor a la Santísima Virgen. La
Santísima Virgen no hizo el sordo a sus plegarias. Se le apareció y mostrándole el Santo
Escapulario de su Orden del Carmen le hizo esta promesa: �Este será el privilegio para ti y
todos los carmelitas; quien muriere con él no padecerá el fuego del infierno, es decir, el que
con él muriere se salvará�.Esta gran promesa la ha aprobado la Iglesia en múltiples ocasiones.
El Escapulario del Carmen es el signo externo de devoción mariana, que consiste en la
consagración a la Santísima Virgen María.
LA DEVOCIÓN DEL ESCAPULARIO
El Escapulario tiene un valor propio y específico entre los demás signos o formas de
devoción mariana, ya que aquí no se trata de una devoción meramente exterior o distinta, sino
interna y constitutiva; y no como un acto de simple devoción, sino como un estado de perfecta
devoción y consagración a María. El Papa Pío XII en la Carta Neminem profecto latet,
decía:�Entre las devociones que los cristianos dedican a honrar a María debe colocarse, ante
todo, la devoción del Escapulario de los carmelitas�. Y en esta misma Carta recomendaba el
Papa �a todos los que forman parte, por un especial vínculo de amor como una misma familia
con los carmelitas� que veamos en el Escapulario como un �MEMORIAL DE TODAS LAS
VIRTUDES DE MARÍA�.
�Reconozcan - dice el Papa- en este memorial de la Virgen un espejo de humildad y
castidad. Vean, en forma sencilla de su hechura, un compendio de modestia y candor. Vean,
sobre todo, en esta librea que visten día y noche, significada, con simbolismo elocuente, la
oración con la cual invocan el auxilio divino. Reconozcan, por fin, en ella, su consagración al
sagrado Corazón de la Virgen, por Nos recientemente recomendada� (11-2-1950).
PROTECCIÓN MATERNAL DEL ESCAPULARIO
No hay duda que su gran extensión entre el pueblo cristiano hasta el extremo de que el
cardenal Gomá lo llamara �universal como la misma Iglesia� se debe a muchos motivos. No es
el último su profundo y rico simbolismo mariano, sus grandes privilegios y la particular
asistencia que siempre ha demostrado la Santísima Virgen hacia aquellos que vistiéndolo la
han honrado con devoción. He aquí algunas razones de su valor espiritual:
� En primer lugar por su rico simbolismo: Ser hijo de María, ver en él todas las virtudes
de María, ser símbolo de nuestra consagración filial a la Madre Amable.
� Por morir en gracia de Dios quien lo vista piadosamente.
� Porque saldrá del Purgatorio cuanto antes quien muera piadosamente con él, según
la Promesa de la Virgen.
MI LEMA = MI VIDA “Jesús-María: ayudadme a mejor conoceros, amaros, imitaros e
irradiaros”.
� Conocer a Jesús y a María: Nadie ama lo que no conoce. Es necesario leer buenos
libros sobre ELLOS. La lectura v la reflexión sobre ELLOS me ayudará a vivir las otras tres
partes de mi lema. El conocimiento es la semilla del amor y de la imitación. “El que ignora no
desea”, decían los antiguos.
� Amar a Jesús y a María: Si conozco su vida y su obra y cuanto dicen la Palabra de
Dios, el Magisterio de la Iglesia y la sana Tradición sobre ELLOS… no podré menos de
amarles. Mi amor será afectivo: “¡Jesús, te amo! ¡María, soy tu hijo!”. Pero sobre todo será
efectivo, de obras. Recordaré lo que decía Jesús: “No todo aquel que dice…” (Mc 7, 6). “Este
pueblo me honra con sus labios…” (Mt 7, 21).
� Imitar a Jesús y a María: El amor para que sea verdadero debe acabar en imitación.
Cuando se ama de veras se quiere ser igual que el ser amado. Jesús y María son los
modelos que debo copiar, el “ideal” al que debo aspirar. Les imitaré si vivo el Evangelio. Si
cumplo los Mandamientos. Si obedezco a la Iglesia. Debo imitarles, sobre todo, en la caridad,
humildad, alegría, servicio, pureza, oración, trabajo, fiel cumplimiento de mi deber…
� Irradiar a Jesús y a María: Es decir, ser apóstol de Jesús y de María. Si les conozco,
les amo y les imito, lógicamente querré que también otros lo hagan. Seré apóstol con la palabra
y con la pluma, pero, sobre todo, con el buen ejemplo siempre y en todas partes.
� Esta debe ser mi jaculatoria, mi súplica ardiente, mi aspiración de día y de noche. Mi
deseo de niño, de joven o adulto. Si me esfuerzo, Jesús y María me ayudarán a alcanzar la
gracia de vivir este “lema”.
SI DESEAS QUE TE SEA IMPUESTO EL ESCAPULARIO DEL CARMEN
INFÓRMATE EN LA IGLESIA DE LOS PADRES CARMELITAS DE TU LOCALIDAD O CON
ALGÚN SACERDOTE DE TU CONFIANZA.