En la historia de la salvación vemos como Dios nuestro Señor confió a los Ángeles la
protección de los patriarcas, de todos sus siervos y, aún más, de todo el pueblo escogido. San
Pedro, en la cárcel, fue liberado por su Ángel. Jesús en defensa de los niños, dice que sus
ángeles contemplan siempre el rostro del Padre que está en los cielos. Es una verdad
consoladora lo que nos enseña el Magisterio: que cada uno de nosotros tiene un Ángel de la
Guarda que nos protege constantemente. Es, pues, muy natural que muestres una devoción
muy afectuosa a este compañero celestial que tanto te ama y que no te abandonará en toda tu
vida. Invócale siempre, pues tiene confiada la misión de ayudarte.
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INVOCACIÓN
Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a
ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname siempre (o en este día, o en esta noche, o en
este viaje, etc.).
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ORACIÓN
Oh Dios, que en tu providencia amorosa te has dignado enviar para nuestra custodia a
tus santos ángeles; concédenos, atento a nuestras súplicas, vernos siempre defendidos por su
protección y gozar eternamente de su compañía. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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JACULATORIA
Ángel de la Guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me
dejes solo porque me perdería.
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ORACIÓN AL ÁNGEL DE LA GUARDA PROPIO (Compuesta por san Juan
Berchmans)
Ángel Santo, amado de Dios, que por disposición divina me habéis tomado bajo tu
bienaventurada guarda desde el primer instante de mi vida y jamás dejáis de defenderme,
iluminarme y dirigirme: yo te venero como protector, te amo como custodio, me someto a tu
dirección y me entrego totalmente a vos para que me gobernéis. Por eso te ruego, y por el
amor de Jesucristo te suplico, que cuando yo te sea ingrato y me obstine contra tus
inspiraciones, no queráis por eso abandonarme; antes al contrario, me encaminéis de nuevo si
me hubiera desencaminado, me enseñéis si fuera ignorante, me levantéis si hubiera caído, me
consoléis si estuviera afligido, me sostengáis si estuviera en peligro, y así me conduzcáis al
cielo para poseer la eterna bienaventuranza. Amén.
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Ángel de Dios, bajo cuya custodia me puso el Señor con amorosa piedad, a mi que soy
tu protegido, alúmbrame hoy, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén