Estoy tan convencido, Dios mío,
de que veláis sobre todos los que esperan en Ti,
y que nada puede falta a quien de Ti todo lo espera, que he decidido vivir de ahora en
adelante sin ninguna preocupación, descargando sobre Ti todas mis inquietudes:
En paz me acuesto y enseguida me duermo
porque me siento en Ti seguro, nada más que en Ti, Señor” (Salmos 4,10)
Pueden los hombres privarme de mis bienes y de mi honor, pueden las enfermedades
robarme la fuerzas y los medios de servirte. Yo mismo puedo, por el pecado, perder tu gracia;
pero nunca, nunca, perderé la confianza en Ti; la conservaré hasta el último suspiro, y serán
inútiles los ataques del enemigo para arrancármela.
En paz me acuesto y enseguida me duermo
Que unos esperen la felicidad de sus riquezas o talentos;
que otros se apoyen en su pureza de vida, en el número de sus buenas obras o en el
fervor de sus oraciones: para mí Señor, toda mi confianza es mi misma confianza en Ti
porque me siento en Ti seguro, nada más que en Ti, Señor
Nadie ha quedado desengañado por tener esta esperanza, nunca nadie que ha
confiando en Ti se ha visto defraudado (Sir 2,11). Estoy seguro, pues, de que seré eternamente
feliz porque lo espero firmemente y lo espero de Ti, Dios mío
En Ti, Señor, me abandono, no sufriré desengaño