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······· Pide Oraciones ·······

Libro de otras Oraciones:
SALVE

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve.
A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.
EA, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos;
y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡OH clementísima, OH piadosa, OH dulce siempre Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén




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Libro de otras Oraciones:
RESPONSORIO DE SAN ANTONIO DE PADUA

Si buscas milagros, mira:
Muerte y error desterrados,
Miseria y demonio huidos,
Leprosos y enfermos sanos.
El mar sosiega su ira,
redímense encarcelados,
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.
El peligro se retira,
los pobres van remediados;
cuéntenlo los socorridos,
díganlo los paduanos.
El mar sosiega su ira,
redímense encarcelados,
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.
V. Gloria al Padre, Gloria al Hijo.
Gloria al Espíritu Santo.
Ruega a Cristo por nosotros ,
Antonio, protector santo,

para que dignos así
de sus promesas seamos. Amén.




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Libro de otras Oraciones:
REGINA COELI

Reina del Cielo, alégrate. ¡ALELUYA!

Porque el que mereciste llevar en tu seno; ¡Aleluya!
Ha resucitado, según predijo; Aleluya!
Ruega por nosotros a Dios; Aleluya!
Gózate y alégrate, Virgen María; ¡Aleluya!
Porque resucitó, en verdad,el Señor.
¡ALELUYA!

Oración

¡OH Dios! que por la resurrección de tu Hijo.
Nuestro Señor Jesucristo,
te has dignado alegrar al mundo,
concédenos que por mediación
de su Madre, la Virgen María,
alcancemos el gozo de la vida eterna.
Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.




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Libro de otras Oraciones:
QUINCE MINUTOS ANTE JESÚS SACRAMENTADO

No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames
mucho. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías al más íntimo de tus amigos, como
hablarías a tu madre, o a tu hermano.

¿Necesitas hacerme en favor de alguien alguna súplica cualquiera? Dime su nombre,
bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras
hiciese yo actualmente por ellos. Pide mucho, mucho; no vaciles en pedir; me gustan los
corazones generosos, que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos para atender a las
necesidades ajenas.

Háblame, así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar; de
los enfermos a quienes ves padecer; de los extraviados que anhelas volver al buen camino; de
los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra siquiera;
pero palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido
escuchar toda súplica que salga del corazón, y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me
dirijas por aquellos que tu corazón más especialmente ama?

¿Y para ti no necesitas alguna gracia? Hazme, si quieres, como una lista de tus
necesidades, y ven, léela en mi presencia. Dime francamente que sientes orgullo, amor a la
sensualidad y al regalo, que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente…, y pídeme luego que
venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para sacudir de encima de ti
tales miserias.

No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos y tantos justos, tantos y tantos
santos de primer orden que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad… y
poco a poco se vieron libres de ellos.

Ni menos vaciles en pedirme bienes del cuerpo y del entendimiento: salud, memoria,
éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios… Todo eso puedo darte, y lo doy y deseo me lo
pidas en cuanto no se oponga, antes favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy, ¿qué
necesitas? ¿Qué puedo hacer por tu bien? ¡Si conocieses los deseos que tengo de favorecerte!

¿Traes ahora mismo entre manos algún proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente.
¿Qué te preocupa?, ¿qué piensas?, ¿qué deseas?, ¿qué puedo hacer por tu hermano, por tu
hermana, por tu amigo, por tu superior? ¿qué desearías por ellos?

Y por mí, ¿no te sientes con deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien
a tus prójimos, a tus amigos a quienes amas tal vez mucho y que viven quizá olvidados de mí?

Dime: ¿qué cosa llama hoy particularmente tu atención?, ¿qué anhelas más vivamente
y con qué medios cuentas para conseguirlo? Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las
causas del mal éxito. ¿No quisieras interesarme algo en tu favor?

Soy, hijo mío, dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su
libertad, donde me place.

¿Sientes acaso tristeza o malhumor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus
tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió?, ¿quién lastimó tu amor propio?, ¿quién
te ha menospreciado? Acércate a mi corazón, que tiene bálsamo eficaz para todas estas
heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de
mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago… recibirás mi consoladora bendición.

¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser
injustificadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy,
aquí, a tu lado me tienes; todo lo oigo, ni un momento te desamparo. Sientes desvío de parte
de personas que antes te quisieron bien, y ahora, olvidadas, se alejan de ti, sin que les hayas
dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado si no han de ser obstáculo a
tu santificación.

¿Y no tienes tal vez alegría alguna que comunicarme? ¿Porqué no me haces partícipe
de ella como buen amigo tuyo que soy? Cuéntamelo lo que desde ayer, desde la última visita
que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizá has tenido agradables
sorpresas; quizá has visto disipados negros recelos, has recibido faustas noticias, una carta,
una muestra de cariño; has vencido una dificultad, salido de un lance apurado… Obra mía es
todo esto, y yo te lo he proporcionado; ¿por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y
decirme sencillamente como un hijo a su padre: gracias: padre mío, gracias? El agradecimiento
trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le agrada verse correspondido.

¿Tampoco tienes promesa alguna que hacerme? Leo, ya lo sabes, el fondo de tu
corazón: a los hombres se engaña fácilmente; a Dios, no; háblame, pues, con toda sinceridad.
¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado?, ¿de privarte
de aquel objeto que te dañó?, ¿de no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación?, ¿de no
tratar más a aquella persona que turbó la paz de tu alma?

¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte
faltado, miraste hasta hoy como enemiga?

Ahora bien, hijo mío, vuelve a tus ocupaciones habituales, a tu taller, a tu familia, a tu
estudio…, pero no olvides la grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad
del santuario. Guarda en lo que puedas silencio; modestia, recogimiento, resignación, caridad
con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es tuya también, la Virgen Santísima… y vuelve otra
vez a mí con el corazón más amoroso todavía, más entregado a mi servicio: en el mío
encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.




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Libro de otras Oraciones:
PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN A STA. MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE

1. Daré a las almas consagradas a mi Corazón las gracias necesarias para su estado.
2. Daré paz a sus familias.
3. Las consolaré en todas sus aflicciones.
4. Seré su amparo seguro durante la vida y principalmente en la hora de la muerte.
5. Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas.
6. Los pecadores encontrarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la
misericordia.
7. Las almas tibias se volverán fervorosas.
8. Las almas fervorosas se elevarán a gran perfección.
9. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón estará expuesta y venerada.
10. Daré a los sacerdotes la gracia de remover los corazones insensibles.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi
Corazón y nunca será borrado de él.
12. A todos los que comulguen los nueve primeros viernes de mes, prometo, en la
excesiva misericordia de mi Sagrado Corazón, que su amor todopoderoso concederá la gracia
de la perseverancia final, no muriendo en mi desgracia y sin recibir los Sacramentos, siéndoles
mi Corazón divino su refugio seguro en el último momento.




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