¡Oh Espíritu Creador (…) Maestro de la Verdad! Que por Ti se inspire y se difunda en los corazones y en las inteligencias de los hombres, no por temor al sacrificio, sino por renovación moral, un intenso deseo de paz, paz de justicia, de moderación y de prudencia, paz que en sus fórmulas, en su esencia y en su realidad no olvide tu amonestadora palabra: «No hay sabiduría, no hay prudencia, no hay consejo contra el Señor» (Pr 21, 30), e infundeles al mismo tiempo la deliberada voluntad de esa paz, que no rechaza las condiciones indispensables, las líneas fundamentales, las consecuencias que de ella se siguen.
Haz que los gobernantes de los pueblos eleven y dirijan el pensamiento a la grandeza, a la dignidad, a los beneficios, a los méritos de esa paz tan deseada, y que midan los derechos vitales de sus naciones, no con la longitud de su espada ni con la extensión de las ventajas por ellos ansiadas, sino según la santa norma de la voluntad y de la ley divinas. Amén.