Espíritu Santo, dame un corazón sencillo
que no se repliegue sobre sí mismo a regustar
sus propias tristezas, un corazón magnánimo en darse, fácil a la compasión; un corazón fiel y generoso, que no olvide ningún bien recibido, ni guarde rencor por ningún mal.
Forma en mí un corazón dulce y humilde,
pronto a perdonar, capaz de soportar mansamente todas las contrariedades, un corazón que ame sin exigir ser
correspondido, contento de desaparecer en los otros
corazones, sacrificándose en presencia del Padre
celestial; un corazón grande e indomable,
tal que ninguna ingratitud sea poderosa a
cerrarlo ni a cansarlo ninguna indiferencia, un corazón atormentado por la gloria de
Jesucristo, herido por su amor con una llaga que no
cicatrice sino en el Cielo.