Oh piadosísima Virgen Maria, madre y refugio de los pecadores, a quien Dios cedió el imperio de la misericordia; ya que en aquel riguroso Juicio no podré acudir a vuestra intercesión, os suplico ahora desde la fuerza de mi corazon que nos alcancéis la gracia de una sincera penitencia, y de una perfecta enmienda de nuestras vidas, a fin de que al comparecer después de mi muerte ante el divino tribunal, merezcamos una sentencia favorable de eterna salvación. Por los méritos de vuestro santísimo Hijo, nuestro Señor, que en unión del Padre y del Espíritu Santo, vive y reina por todos los siglos de los siglos. Amén. gracias.
Dolorosísimo Corazón de María, permite que Tu Manto Protector recaiga sobre todos los criaturas no nacidos del mundo. Sálvalos de cualquier daño, y cultiva en sus almas una predisposición hacia la santidad. Amén.
Oh Divino Niño Jesús, presente en el vientre de María en la concepción por el poder del Espíritu Santo, presente en el pesebre de Belén en obediencia a la Voluntad de Dios, abre el corazón de la humanidad para que comprenda que la verdadera paz vendrá solamente cuando haya paz en el vientre materno. Despierta a la humanidad y ayuda a cada alma y espiritu a respetar la Voluntad de nuestro Divino Creador. gracias, Amén
Padre Celestial, Creador del Universo, coloca sobre todos nuestros corazones del mundo el Escudo de la Verdad de San Miguel. Al hacerlo, convence los corazones de quienes están lejos de ti para que busquen la santidad viviendo en Amor Santo. Por favor, Ayuda a cada alma y espiritu a vivir en la verdad del Amor Santo. Amén.
Inmaculado Corazón de María, te ofrezco mis verdaderas aflicciones por amor a Tu Divino Hijo y en reparación a Tu Corazón tan agraviado. Que esto convierta a los pecadores y traiga paz a todos los corazones. Amén. gracias.
Alma de Cristo, santifícanos.
Cuerpo de Cristo, sálvanos.
Sangre de Cristo, embriáganos.
Agua del costado de Cristo, lávanos.
Pasión de Cristo, confórtanos.
¡Oh, buen Jesús!, óyenos.
Dentro de tus llagas, escóndenos.
No permitas que nos apartemos de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndenos.
En la hora de la muerte, llámanos.
Y mándanos ir a Ti.
Para que con tus santos te alabemos.
Por los siglos de los siglos. Amén.