Coloca frente a ti con gran devoción la imagen del Divino Niño Jesús y pídele:
Divino Niño Jesús, sabes que mis problemas me sobrepasan, conoces bien que por mí mismo no encuentro solución, por esto vengo ante ti con devoción a pedirte me concedas un milagro, deseo con el corazón que me ilumines, me des fuerza y fe para superar con esperanza mis dificultades actuales.
Divino Niño Jesús, sé que aunque mis amigos me den la espalda, que aunque los doctores no me den más soluciones, que aunque mi economía disminuya o mis fuerzas físicas decaigan tú estarás siempre conmigo, dame la fe que me falta para decir: “Jesús, confío en ti, Jesús, confío en ti, Jesús, confío en ti…”
Divino Niño Jesús, tú nos has dicho que al que pide se le dará y al que busca encontrará (cfr. Mt 7, 8), pues heme aquí a tus pies pidiéndote me ayudes a guiar mi vida por los caminos del bien, tú eres mi eterno salvador, mi amigo fiel, enséñame a no buscar más mi seguridad en los bienes terrenales, en mi orgullo, en mis juicios… sino a invocarte siempre en momentos de dificultad.
Cierra los ojos unos momentos y pide al Divino Niño su gracia sobre las necesidades que tengas, enseguida repite con fe las siguientes jaculatorias:
Divino Niño Jesús,
Tengo mil dificultades: ayúdame.
De los enemigos del alma: sálvame.
En mis desaciertos: ilumíname.
En mis dudas y penas: confórtame.
En mis soledades: acompáñame.
En mis enfermedades: fortaléceme.
Cuando me desprecien: anímame.
En las tentaciones: defiéndeme.
En las horas difíciles: consuélame.
Con tu corazón paternal: ámame.
Con tu inmenso poder: protégeme.
Y en tus brazos al expirar: recíbeme.
Amén.
Para concluir reza tres veces:
“El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.
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